Esta entrada también está disponible en: Inglés Alemán
Ahora que se conocen íntegramente los resultados de las elecciones estadounidenses de 2020 y que los demócratas controlan la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso, muchos inversores en renta variable nos han preguntado qué opinamos acerca de las repercusiones de ello para el sector de los recursos naturales. Se trata de una preocupación comprensible, habida cuenta de la infinidad de titulares nuevos sobre cómo la denominada «ola azul» probablemente dará lugar a una serie de contratiempos ambientales y normativos para las empresas de petróleo y gas. En concreto, hace mucho que los ecologistas animan a los gobiernos de EE. UU. y Europa a disminuir el consumo de combustibles fósiles, reducir de manera enérgica las emisiones de carbono y llevar a cabo una transición hacia fuentes de energía compatibles con el Acuerdo de París de 2015, relativo al cambio climático.
Además, los bancos de importancia sistémica, las aseguradoras más grandes del mundo, los fondos de pensiones de mayor tamaño y muchos de los principales gestores de activos están exigiendo la divulgación de los riesgos financieros ligados al clima, y se enfrentan a presiones para desinvertir por completo sus posiciones en las compañías de combustibles fósiles. A todas las empresas les interesa calcular los riesgos asociados a sus actividades, y las compañías energéticas ya estaban analizando sus reservas de petróleo y gas debido a las bajadas de precios ocurridas en los mercados finales de consumo debido a la pandemia, pero ese ya no es el único aspecto que tener en cuenta.
En vista de que la pandemia ha minado las economías y ha reducido el consumo energético, lo que hasta entonces había sido un debate abstracto acerca de dejar el petróleo, el gas natural y el carbón en el suelo para combatir la contaminación y el cambio climático se ha convertido en una preocupación legítima para los inversores, a medida que los políticos impulsan sus planes de gasto ecológicos. Las empresas del sector energético, desde los conglomerados mundiales de energía hasta las empresas petrolíferas regionales, están analizando con mayor detenimiento los proyectos que ya no son viables. Algunas incluso están limitando sus inversiones relacionadas con la exploración, de modo que es posible que estén dejando en el suelo depósitos de energía por valor de miles de millones de dólares. Los recortes en la exploración se deben a varios motivos: algunas prospecciones pueden resultar inviables por ser demasiado costosas, estar demasiado alejadas o presentar dificultades técnicas. Aun así, la presión ejercida por los ecologistas, que abogan por un mundo con bajas emisiones de carbono, ha ganado un gran peso y puede dar lugar a una reducción de los suministros.
En nuestra opinión, un Congreso estadounidense liderado por los demócratas podría llevar a la administración de Biden a introducir más medidas punitivas que tengan un efecto inmediato, aunque limitado, en los resultados de las empresas pertenecientes a las industrias de la exploración y la producción, los servicios de los campos petroleros y los servicios integrales de petróleo y gas. Entre los posibles ejemplos figuran unas restricciones federales más sólidas con relación a la perforación, el uso del agua y las emisiones de carbono de la quema de gas natural en antorcha, así como el levantamiento de las sanciones impuestas a Irán, lo que podría ejercer presión sobre los precios del petróleo. Por otra parte, las políticas demócratas ligadas al «nuevo pacto verde», que conceden subsidios para fuentes de energía renovables, como las energías solar y eólica, podrían acelerar el cambio hacia los vehículos eléctricos y afectar negativamente a la demanda, los precios y los flujos de caja de los productores.
Dicho esto, no estamos de acuerdo con algunos de los titulares más dramáticos que sugieren que las políticas del plan demócrata en materia de ecología darán lugar al cénit del petróleo, o que la demanda de petróleo se estancará y posiblemente empezará a disminuir en los próximos años. Bajo nuestro punto de vista, es probable que la demanda de petróleo y gas natural aumente de manera moderada a lo largo de los diez años siguientes, ya que el crecimiento del consumo en los países en desarrollo compensará con creces los módicos descensos que se produzcan en los Estados más desarrollados.
Asimismo, creemos que el consumo de petróleo empezará a recuperarse cuando remita la pandemia de COVID-19. Por ejemplo, la demanda de petróleo en China, que fue la primera de las grandes economías en cerrar y también en volver a abrir a raíz de la pandemia, es más contundente hoy en día que hace un año.
Además, si consideramos que efectivamente pueden aparecer nuevas restricciones de gran dureza para el petróleo en los próximos cuatro años, sería probable, a nuestro juicio, que esto causase un aumento de la cuota de mercado del gas natural, lo que podría resultar beneficioso también para los productores de petróleo y gas. Por otra parte, cabe destacar que todas las iniciativas fructíferas que se lleven a cabo para limitar la producción de petróleo en EE. UU. probablemente serán favorables para los precios del petróleo a nivel mundial, con los consiguientes beneficios para los productores consolidados y para aquellos con operaciones globales.
A pesar de que el gas natural está basado en el carbono y no se considera una fuente de energía verdaderamente «limpia», tradicionalmente se ha considerado como el combustible puente hacia un futuro con energías más limpias a medida que el mundo se deshace del carbón y el petróleo, altamente contaminantes. Seguimos creyendo que el gas natural desempeñará esa función a lo largo de la próxima década y que, posiblemente, la transición hacia fuentes de energía más limpias continuará desarrollándose de forma gradual, aunque a una velocidad algo mayor que si los republicanos tuvieran el control del Congreso y la Casa Blanca.
Pese a que la administración de Biden podría seguir el ejemplo de algunos Estados progresistas al prohibir la venta de vehículos con motores de combustión interna, estas iniciativas suelen ponerse en práctica a lo largo de varios años y pueden resultar extremadamente costosas para los consumidores. Por ejemplo, el pasado mes de septiembre, California emitió una orden ejecutiva por la que, para 2035, todos los vehículos nuevos deberán ser vehículos de cero emisiones, un objetivo que la mayoría de los analistas consideran difícil de lograr. Si embargo, en estos momentos, se está tratando de revocar el mandato del gobernador californiano debido, en gran parte, a su agresiva respuesta a la pandemia, pero también a su programa progresista, que incluye la prohibición de los vehículos con motores de combustión interna.
A corto plazo, de cara al año que tenemos por delante, nos mostramos optimistas, aunque con cautela, acerca que ya han pasado los peores efectos económicos de la pandemia de COVID-19. Aunque parece que las vacunas se están administrando con mayor lentitud de lo que se esperaba y los daños humanos siguen siendo inmensos, vemos un camino hacia la normalización que debería reavivar la demanda de numerosas materias primas, incluidos el petróleo y el gas natural. El gobierno de Estados Unidos, al igual que los gobiernos de todo el mundo, parece decidido a proporcionar los estímulos adicionales que sean necesarios para impulsar una recuperación económica.
Por otra parte, la pandemia y la caída de los precios de algunas materias primas, sobre todo en los sectores relacionados con la energía, han dado lugar a una subinversión que probablemente afecte a la oferta a largo plazo. Pese a que la inflación y los tipos de interés actualmente se mantienen en niveles bajos, la subinversión y el contundente gasto en estímulos podrían cambiar esa situación y despertar un interés más significativo por el sector de los recursos naturales. Nosotros ya hemos empezado a observar esta tendencia y, de cara al futuro, creemos que un mayor número de inversores podrían optar por el aumento de su exposición a bienes tangibles, como las materias primas, como cobertura de parte de ese riesgo de inflación.
Además de los sectores tradicionales de recursos nacionales, también hemos prestado una atención cada vez mayor a los temas de transición energética, como las energías renovables y los biocombustibles. Como señalamos antes, en general, se espera que la nueva administración de Biden promueva en gran medida las fuentes de energía renovables, como las energías solar y eólica, junto con los combustibles alternativos para el transporte derivados de desperdicios alimenticios y aceites de semillas. La mayor parte de la renta variable relacionada ha registrado muy buenos resultados últimamente, incluida la de nuestras carteras, y nos parece que las valoraciones, por lo general, están estiradas. No obstante, el potencial de crecimiento de estos sectores a largo plazo parece sólido y, por tanto, buscamos oportunidades de aumentar la exposición.
Información legal importante
La finalidad de este material es satisfacer el interés general, por lo que no deberá interpretarse como un asesoramiento de inversión individual ni como una recomendación o invitación para comprar, vender o mantener valor alguno o adoptar cualquier estrategia de inversión. Tampoco constituye asesoramiento jurídico ni tributario.
Las opiniones expresadas son las del gestor de inversiones y los comentarios, opiniones y análisis se emiten a partir de la fecha de publicación y pueden cambiar sin previo aviso. La información facilitada en este artículo no pretende ser un análisis completo de cada hecho relevante en relación con cualquier país, región o mercado.
Es posible que, en la preparación de este material, se haya utilizado información de fuentes de terceros y que Franklin Templeton (FT) no haya verificado, validado ni auditado dicha información de forma independiente. FT no asume responsabilidad alguna, sea del tipo que sea, por pérdidas resultantes del uso de esta información y, en su caso, el usuario confiará en los comentarios, las opiniones y los análisis contenidos en el material por su propia cuenta y riesgo.
Los productos, los servicios y la información podrían no estar disponibles en todas las jurisdicciones y son ofrecidos fuera de los Estados Unidos por las filiales de FT o sus distribuidores conforme lo permitan las leyes y los reglamentos locales. Consulte a su propio asesor profesional o su contacto institucional de Franklin Templeton para obtener información adicional sobre la disponibilidad de dichos productos y servicios en su jurisdicción.
Emitido en EE. UU. por Franklin Templeton Distributors, Inc., One Franklin Parkway, San Mateo, California 94403-1906, (800) DIAL BEN/342-5236, franklintempleton.com. Franklin Templeton Distributors, Inc. es el distribuidor principal de los productos registrados en EE. UU. de Franklin Templeton Investments, que no están asegurados por FDIC, podrían perder valor, no cuentan con garantía bancaria y solo están disponibles en las jurisdicciones en las que esté permitida la oferta o solicitud de oferta de dichos productos en virtud de la legislación y la normativa aplicables.
CFA® y Chartered Financial Analyst® son marcas registradas propiedad de CFA Institute.
¿Cuáles son los riesgos?
Todas las inversiones conllevan riesgos, incluida la posible pérdida de capital. El valor de las inversiones puede tanto subir como bajar y los inversores podrían no recuperar todo el capital invertido. Los precios de las acciones experimentan fluctuaciones, a veces rápidas y drásticas, debido a factores que afectan a empresas concretas, industrias o sectores específicos, o condiciones generales de mercado. Invertir en el sector de recursos naturales entraña riesgos especiales, incluida una mayor vulnerabilidad a sucesos económicos y normativos adversos que afecten al sector. Las cotizaciones de los títulos de estilo growth pueden bajar drásticamente si la empresa no logra cumplir las previsiones de ganancias o ingresos; sus precios pueden ser más volátiles que otros valores, en particular a corto plazo. Las pequeñas empresas pueden ser especialmente sensibles a los cambios en las condiciones económicas, y sus perspectivas de crecimiento son menos seguras que las asociadas a empresas más grandes y consolidadas. Además, pueden ser volátiles, sobre todo a corto plazo. La inversión en empresas extranjeras conlleva riesgos especiales, entre ellos el riesgo de fluctuaciones cambiarias y de incertidumbre política.