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Renta Variable

¿Es temporal la subida de los precios de la energía? ¿O se trata de una tendencia duradera?

Tras la recuperación económica mundial de la COVID-19, los precios de la energía han experimentado un repunte hasta alcanzar niveles máximos plurianuales, lo que ha contribuido a un aumento de las medidas de la inflación general mayor del esperado. Aunque algunos responsables de políticas habían insinuado la presencia de fuerzas inflacionistas «temporales», muchos se cuestionan actualmente esta hipótesis. El gestor de carteras de Franklin Equity Group, Frederick Fromm, explica qué factores han afectado a los precios de la energía, si considera que el reciente aumento de los precios es sostenible, y en qué ámbitos del sector cree que existen oportunidades de inversión.

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El rápido incremento de los costes energéticos ha ocupado los titulares de este mes, tras crecer de forma constante a lo largo del verano. Los precios del gas natural y el crudo han alcanzado niveles máximos plurianuales, pues el crudo West Texas Intermediate de referencia en EE. UU. ha cotizado por encima de los 80 $ por barril por primera vez desde 2014 (lo que supone un aumento del nivel mínimo de 19,33 $ por barril alcanzado durante la pandemia en 2020), mientras que los futuros del gas natural alcanzaron su nivel máximo desde 20131.

En Europa, la subida aún más rápida de los precios del gas natural y la electricidad ha hecho surgir el espectro de una crisis energética de cara al invierno. En algunas partes del continente, los precios del gas natural alcanzaron más de 30 $ por millón de unidades térmicas británicas (BTU), pues varios países europeos empezaron a competir de manera más agresiva para asegurar los suministros, incluso pujando contra China por cargamentos de gas natural licuado (GNL). Además de afectar a los sectores que emplean el gas natural como materia prima (como en la fabricación de fertilizantes, químicos y plásticos), el repunte ha provocado un cambio mayor del gas natural al petróleo e incluso el carbón para la generación de energía, lo que podría hacer que aumentase de manera significativa la demanda de petróleo y favorecería aún más la subida de los precios de este.

Mientras Europa lidiaba con la crisis de la oferta, Brasil y otros países sudamericanos se enfrentaban a una causa distinta con un efecto similar, ya que recientemente se han vuelto más dependientes de la generación de electricidad a partir de gas natural, pues la sequía complicó la producción hidroeléctrica. El año pasado, la demanda de GNL de la región se duplicó prácticamente2. El auge de la demanda se ha topado con una oferta inferior de GNL, mientras que las pequeñas interrupciones (algunas llevadas a cabo por mantenimiento, otras no previstas) han destruido la producción mundial. El efecto combinado ha sido reducir la oferta de GNL mundial aproximadamente un 5 % en 20213.

Tanto el déficit de producción de gas natural a nivel mundial como las decrecientes existencias y la iniciativa normativa conjunta del gobierno chino para reducir las emisiones (mediante la sustitución de los combustibles con bajas emisiones de carbono, como el GNL, por carbón) desempeñan una función importante en el actual desequilibrio entre la oferta y la demanda de energía. Dado que las reservas estadounidense se encuentran ya por debajo de su promedio estacional a cinco años, las crecientes exportaciones de gas natural de EE. UU. podrían provocar una subida de los precios adicional, pues las fábricas y las centrales eléctricas se ven obligadas a competir con la creciente demanda de calefacción de los hogares y las empresas a medida que avanza la temporada de calefacción durante el invierno en el hemisferio norte.

Aunque a lo largo de la historia los productores de energía de EE. UU. han respondido a dichas señales del mercado con una mayor extracción y producción, el establecimiento de límites de precios antes del repunte (sobre todo para bloquear los precios y el flujo de efectivo con el fin de ayudar a reducir la deuda) ha servido para limitar el gasto adicional y evitar un aumento mayor de las extracciones.

El número de equipos de perforación de gas natural en EE. UU. solo se ha recuperado parcialmente de los niveles mínimos de la pandemia y se estancó en aproximadamente 100 este verano, lo que supone la mitad de los niveles anteriores a la pandemia (a pesar del afán de lucro de la gran subida de precios)4. Los productores públicos que dependen de gas natural se están centrando en la rentabilidad de los accionistas en lugar de en el crecimiento, en parte debido a la presión de los accionistas, con lo que se silencia la respuesta de la oferta. Además, varias grandes empresas de producción y exploración de gas natural bloquearon los precios con límites por debajo de 3 $ por millón de BTU y, por ello, no pudieron beneficiarse totalmente del reciente aumento de precios por encima de los 5 $/mmbtu. Estos factores contribuyeron a mantener el apalancamiento relativo de la producción general de gas natural en EE. UU. de 92 000 a 93 000 millones de pies cúbicos al día durante los primeros ocho meses del año*5.

Las existencias de petróleo han bajado de manera significativa desde los niveles mínimos de la pandemia y están actualmente por debajo de los niveles anteriores a esta, lo que ha ayudado a respaldar los precios. Desde el punto de vista de la oferta, las empresas energéticas han continuado apostando por la disciplina del gasto y la rentabilidad de los accionistas, mientras que algunas grandes empresas integradas de petróleo y gas se están alejando de la inversión tradicional en petróleo y gas y adoptando estrategias energéticas más amplias que incluyen las energías renovables y otros combustibles de baja emisión de carbono. Junto con la rentabilidad del flujo de caja disponible, que en algunas empresas es superior al 10 %, en comparación con el promedio del 2 % de las empresas del S&P 500 Index6, creemos que esto representa una oportunidad de inversión atractiva.

La oferta y la demanda apuntan a un aumento de los precios sostenido

Las preocupaciones por el crecimiento económico, que es más lento de lo previsto, en Estados Unidos y China en relación con el aumento de los casos de COVID-19 durante el verano, junto con las medidas de China encaminadas a moderar los precios de las materias primas y reducir las emisiones, han limitado los precios. La OPEP+7 ha estado adoptando un enfoque moderado a la hora de reintroducir la producción previamente reducida en el mercado junto con la recuperación de la demanda tras la pandemia, pero hasta ahora el consorcio no se ha comprometido a aumentar la producción de forma que pueda compensar por completo una recuperación más rápida de la demanda.

Cuando se absorba la capacidad de reserva de la OPEP+, algo que creemos que sucederá cada vez más durante el próximo año, y quizás mucho antes debido al cambio de combustible este invierno, los precios del petróleo deberán permanecer en niveles lo suficientemente altos como para incentivar la inversión adicional, algo que debería seguir favoreciendo los valores de la renta variable de los productores.

Asimismo, creemos que es probable que la debilidad económica asociada a la propagación del virus sea temporal, y, por eso, desde el punto de vista del inversor, solo representa un obstáculo a corto plazo para las empresas de recursos naturales. Los programas de vacunación continúan a buen ritmo, mientras que los casos han descendido en varios países y parecen estar estancándose en otros. Mientras tanto, y a pesar de los objetivos de limitar los excesos del mercado inmobiliario y moderar la inflación de las materias primas al tiempo que se reduce la contaminación, creemos que es poco probable que China permita una desaceleración significativa en su crecimiento económico y que es posible que adopte medidas de perfeccionamiento para moderar la repercusión de sus cambios normativos del año pasado.

Aunque es posible que los anteriores factores ralenticen el crecimiento de la demanda de materias primas a corto plazo, creemos que algunas tendencias seguirán respaldando los precios, como el consumo basado en los estímulos y la consiguiente reducción de los impedimentos de la cadena de suministro mundial, algo que debería impulsar la fabricación.

Al llegar octubre, la demanda total de petróleo de EE. UU. había crecido cerca del 14 % en comparación con el año pasado, mientras que las existencias comerciales de crudo de 418,5 barriles bajaron un 15 % hasta alcanzar su nivel más bajo desde octubre de 2018[8]. La producción total de productos de crudo y petróleo de EE. UU. también se encontraba muy por debajo de los niveles registrados en estas fechas en 2019 y 2020[9].

Mientras tanto, las tendencias de la demanda a largo plazo se mantienen con firmeza, y es probable que el gasto en infraestructura y transición energética impulse el consumo de metales básicos, al tiempo que la demanda de energía ecológica y tradicional de los mercados en desarrollo sigue creciendo. Las fuentes alternativas de energía renovable (en concreto, proyectos solares y eólicos) no están entrando en funcionamiento lo suficientemente rápido como para suplir el déficit entre la demanda y la oferta de energía y no han sido fiables en el pasado reciente, pues en algunas regiones el viento fue inusualmente tranquilo.

A medida que los precios de la energía suben, los riesgos para la recuperación económica aumentan y el crecimiento podría ser más lento de lo esperado. Los economistas manifiestan que el aumento de la energía sigue estando lejos del tipo de «crisis del petróleo» que podría generar una recesión, pero la tendencia es preocupante y la gran subida de precios en la economía podría espantar a los consumidores y ralentizar el gasto.

Una tormenta perfecta de escasez energética y gran demanda ha generado una perspectiva incierta para los precios de la energía en todo el mundo. Algunos analistas creen que un invierno frío podría hacer que los problemas empeorasen.

Desde el punto de vista de la inversión, las tendencias de la demanda y la producción, junto con las actuales limitaciones de la oferta, hacen que seamos optimistas con respecto a la renta variable de recursos naturales, incluida la energía. No obstante, la selectividad ha sido fundamental, dado que las materias primas pueden mostrar diferentes niveles de sensibilidad a las distintas tendencias económicas. Por ejemplo, los precios del mineral de hierro han bajado de manera significativa en el momento en el que el gobierno chino tomó medidas para moderar la inflación y las emisiones, y la reciente volatilidad de sus mercados inmobiliarios podría limitar aún más la demanda. Aunque esto puede afectar a muchos productos básicos, los materiales de construcción, como el acero y sus materias primas (mineral de hierro y carbón metalúrgico), podrían verse perjudicados de forma desproporcionada, dada la gran influencia del mercado inmobiliario chino. Además, aunque los mercados de cobre podrían verse afectados de forma negativa si la demanda de la construcción se ralentiza, las existencias se encuentran en niveles muy bajos y las tendencias de la demanda a largo plazo parecen sólidas a medida que el gasto en la transición energética adquiere impulso. Mientras tanto, los mercados del petróleo y el gas natural, aunque no son inmunes a estos obstáculos, deberían obtener mejores resultados, debido a que China representa una proporción menor de la demanda mundial y teniendo en cuenta otros aspectos como las limitaciones de la oferta y las tendencias seculares de la demanda.

¿Cuáles son los riesgos?

Todas las inversiones conllevan riesgos, incluida la posible pérdida de capital. El valor de las inversiones puede tanto subir como bajar y los inversores podrían no recuperar todo el capital invertido. Los precios de las acciones experimentan fluctuaciones, a veces rápidas y drásticas, debido a factores que afectan a empresas concretas, industrias o sectores específicos, o condiciones generales de mercado. Invertir en el sector de recursos naturales entraña riesgos especiales, incluida una mayor vulnerabilidad a sucesos económicos y normativos adversos que afecten al sector. Las cotizaciones de los títulos de estilo growth pueden bajar drásticamente si la empresa no logra cumplir las previsiones de ganancias o ingresos; sus precios pueden ser más volátiles que otros valores, en particular a corto plazo. Las empresas más pequeñas pueden ser especialmente sensibles a los cambios en las condiciones económicas, y sus perspectivas de crecimiento son menos seguras que las asociadas a empresas más grandes y consolidadas. Además, pueden ser volátiles, sobre todo a corto plazo. La inversión en empresas extranjeras conlleva riesgos especiales, entre ellos el riesgo de fluctuaciones cambiarias y de incertidumbre política.

La rentabilidad pasada no garantiza rentabilidades futuras.

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1. Fuente: Bloomberg. Para más información sobre los proveedores de datos, visite www.franklintempletondatasources.com.
2. Ibídem.
3. Fuente: Administración de Información sobre Energía (Dpto. de Energía de EE.UU.).
4. Fuente: Baker Hughes, Inc.
5. Fuente: Administración de Información sobre Energía estadounidense.
6. Fuente: Bloomberg.
7. La OPEP+ está formada por 13 miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados.
8. Fuente: Agencia Internacional de la Energía.
9. Ibídem.